La pandemia del coronavirus ha venido a trastornar todo, incluyendo las iglesias. Prácticamente todo aquello que era cotidiano y normal ya no lo es. Todas las iglesias locales han tenido que hacer ajustes importantes en la manera que hacen las cosas hoy. Los templos están vacíos, los equipos de sonido y otros (algunos de ellos sofisticados) están sin uso. Los programas y proyectos están en suspenso. Los ministerios tradicionales, en muchos casos, no se están realizando. Los cultos y estudios bíblicos son virtuales. ¡Hasta la Santa Cena se ministra virtualmente! ¿Quién iba a pensar que el concepto teológico del “sacerdocio universal del creyente” se practicaría de forma tan natural con padres de familia ministrando la cena del Señor en cada hogar? ¿Se necesitan templos para ser iglesia? ¿Se necesitan cultos presenciales para ser iglesia? ¿Qué significa congregarse hoy? ¿Se necesita que un pastor “consagre físicamente” los elementos para que haya auténtica Santa Cena? Estas y muchas otras preguntas surgen y surgirán a medida que regresamos a la “normalidad”. Cuando esta crisis pase ¿volveremos a hacer más de lo mismo? ¿Estaremos frente a la gran oportunidad de reinventar la iglesia para los nuevos tiempos y las nuevas generaciones? Los invito a reflexionar sobre una nueva iglesia.
Un poco de historia
Estamos tan acostumbrados a ver la iglesia como la conocemos hoy que no pensamos en cómo ha sido la iglesia a lo largo de la historia. ¿Ha habido cambios en la iglesia antes? La iglesia tal y como la conocemos hoy no es la misma que conocieron nuestros abuelos, por ejemplo. Mucho menos se parece a la iglesia de tiempos de la Reforma Protestante o de los primeros siglos de la era cristiana. Lo que quiero decir es que la iglesia ha experimentado cambios a lo largo de la historia. Algunos cambios son de liturgia, otros de organización y gobierno, otros de ministerios y las formas de desarrollarlos. Casi siempre esos cambios han surgido por causa de alguna situación crítica que se ha vivido. Muchas veces son cuestiones de discrepancias internas, pero otros son producto de influencias externas.
El cambio más importante que se observa en los primeros siglos fue la institucionalización de la iglesia a partir del siglo IV de la era cristiana. Esta institucionalización se fue dando poco a apoco con el paso del tiempo hasta llegar en la Edad Media a la organización de la Iglesia Católica Romana (ICR). Mucho se ha discutido si ese proceso de institucionalización fue necesario e inevitable. Podemos decir que sí, hasta cierto punto. Hay una necesidad natural de organización en cada cosa que los seres humanos hacen y la iglesia no es la excepción. Lo que sucedió con la ICR es que: 1) se argumentó bíblicamente la particular organización de la ICR y 2) se absolutizó al grado que se llegó a sacralizar la institución misma. Esa visión, con sus variantes sigue presente en prácticamente todas las iglesias. Las iglesias locales están institucionalizadas, las denominaciones también, las iglesias independientes, las pequeñas, las grandes y las megas. Hemos hecho algo similar a la ICR en menor escala al prácticamente sacralizar nuestras instituciones.
Algo de libertad y versatilidad surgió a partir de la Reforma Protestante del siglo XVI, porque las iglesias no se organizaron exactamente de la misma manera. Hubo variedad de organización eclesiástica. Desde entonces se habla de los diferentes sistemas de gobierno de la iglesia (jerárquico o episcopal, presbiteriano y congregacional). También hubo más variedad en las formas litúrgicas, en el desarrollo de los ministerios y en otras prácticas.
Lo que se vive actualmente nos ha mostrado que las formas antiguas y clásicas no son tan sagradas después de todo. Hemos visto que hay espacio para nuevas formas. Es cierto que todo esto se ha hecho a la fuerza. Muy pocas iglesias estaban avanzando en la dirección en que estamos ahora con actividades virtuales, pero ahora prácticamente todas están allí lo quieran o no. ¿Es esto un cambio temporal, mientras dura la crisis? ¿Se trata de cambios más permanente que debemos considerar seriamente? ¿Es posible ser iglesia de otra manera, distinta a la que hemos tenido hasta ahora? Estamos tan acostumbrados a ser iglesia de la manera tradicional que no se nos ocurre que hay otras maneras y no solamente en lo virtual.
Un poco de Biblia
Después de un panorama histórico nos hace falta un panorama bíblico. Prácticamente todas las iglesias se apoyan en las Escrituras para establecer y defender sus propios sistemas de gobierno, su liturgia, sus prácticas ministeriales y demás asuntos eclesiásticos. Sin embargo, si le damos un vistazo más profundo y objetivo a la Biblia notaremos que ella no enseña exactamente lo mismo que tenemos y practicamos. ¿Los sistemas de gobierno eclesiástico que hoy tenemos están en la Biblia? Bueno, no exactamente. Lo que tenemos son principios y normas que han sido interpretados y aplicados de maneras diversas a lo largo de la historia. La Biblia está más interesada en el perfil del líder y no tanto en la estructura donde funciona. Parece que las estructuras no están pre fijadas en las Escrituras. En el tema de la liturgia ¿cuál es la liturgia “bíblica”? ¿La del piano y el órgano o la de la guitarra y la batería? ¿La de himnos clásicos o la de cantos contemporáneos? ¿La elaborada profesional y sofisticadamente o la sencilla y espontánea?
Los pocos pasajes bíblicos que hablan de liturgia o del culto público ponen énfasis en los elementos que no deben faltar. 1 Tes. 5:16-21 señala asuntos como la actitud de gozo, la oración constante, la acción de gracias (posiblemente testimonios públicos), dar libertad al Espíritu Santo, apreciar las profecías (mensaje de Dios) y criterio para evaluar. En 1 Cor. 14:26 se mencionan otros elementos como salmo (cánticos), enseñanza y otros más. En ninguna parte hay instrucciones específicas sobre las formas de realizar el culto público. Hoy estamos acostumbrados a “hacer bulla”, es decir, tener cultos públicos con equipos de sonido que intensifican los sonidos, pero al comienzo los cultos tenían que ser más bien discretos y muchas veces a escondidas para no delatarse por causa de la persecución.
En Juan 4:23-24 Jesús enseña sobre la adoración en su diálogo con la mujer samaritana. Él dice que los verdaderos adoradores adorarán en espíritu y en verdad. Aquí resalta la actitud más que las formas. ¿En cuáles de nuestras formas de culto y liturgia hay más actitud de espíritu y verdad? ¿En los cultos muy elaborados y hasta espectaculares? ¿En los cultos más discretos y sencillos? ¿En los conciertos virtuales que hoy abundan? ¿En la alabanza virtual de estos días?
Un poco de actualidad
¿Cómo ser iglesia en tiempos de pandemia? Obligadamente las iglesias se han visto en la necesidad de hacer cosas diferentes y seguir siendo iglesia. Hoy más que antes se ha hecho énfasis en que la iglesia somos nosotros, las personas, no los edificios, ni los programas, ni las actividades. Estamos siendo iglesia de manera diferente a como lo hacíamos hasta hace unos cuantos meses.
Yo he venido hablando de que es posible ser iglesia de maneras diferentes en estos tiempos postmodernos con las nuevas generaciones, pero la pandemia nos ha obligado a hacerlo sin pensarlo mucho. Cuando decimos que debemos congregarnos como manda la Biblia, ¿se refería a los cultos públicos dentro de los templos? ¡Ni siquiera había templos cuando se escribió eso en Heb. 10:25! ¿Qué significa congregarnos hoy? ¿Debemos contextualizar ese texto y decir: “no dejando de conectarnos como algunos tienen por costumbre”? ¿Están congregadas físicamente las familias cuando se conectan frente a una pantalla a ver y escuchar el culto? ¿Estaremos congregados cuando después de la pandemia todos queramos reunirnos como amigos, como familias, como compañeros de trabajo en algún lugar público como un restaurante para reconectarnos como personas? ¿Y si seguimos congregándonos así seguiríamos siendo iglesia?
Las formas de ser iglesia en el futuro cercano van a ser tan diversas que quizá ni nos reconozcamos, pero seguiremos siendo iglesia. Creo que debemos abrirnos a nuevas formas y estar atentos a lo que El Señor nos guíe a hacer, aunque no encaje dentro de nuestras estructuras establecidas. No olvidemos que para el creyente el futuro siempre es mejor.
Escrito por: David Suazo